El Distrito Escolar Independiente Consolidado de San Marcos, en Texas (Estados Unidos), ha iniciado un proceso de consulta con padres de familia para evaluar una posible modificación estructural en su calendario académico: establecer una semana escolar de cuatro días para estudiantes y personal docente desde el año escolar 2025-2026.
La propuesta no es aislada. Al menos 108 distritos en el estado de Texas ya han adoptado esta modalidad, que gana terreno como estrategia para mejorar la retención de conocimientos, optimizar recursos y responder a nuevas demandas sociales.
¿Por qué reducir los días de clase?
La sugerencia de implementar una semana escolar más corta surgió directamente de las encuestas enviadas por el distrito a las familias. Uno de los comentarios más frecuentes fue la necesidad de explorar esquemas más flexibles, en línea con los cambios culturales y laborales en la región.
En caso se apruebe la medida, los días de clase se extenderían entre 30 y 45 minutos adicionales para cumplir con los 75,600 minutos lectivos obligatorios por ley en el estado. Este ajuste busca garantizar que no haya pérdida de tiempo efectivo de instrucción, solo una redistribución.
¿Funciona el modelo de cuatro días?
Experiencias previas en distritos como Indiana han mostrado resultados positivos en periodos de prueba. En la escuela Vinton, por ejemplo, los estudiantes asistieron de lunes a jueves, añadiendo una hora y media extra a cada jornada. Durante ese tiempo, se observó una mejora en la retención de contenidos y un mayor nivel de concentración por parte de los alumnos.
En el caso de Texas, estudios realizados por el mismo distrito de San Marcos han arrojado conclusiones similares: una semana comprimida podría favorecer el enfoque en el aprendizaje, a la vez que ofrece beneficios logísticos y emocionales tanto para estudiantes como para docentes.
Implicancias para el futuro del sistema educativo
La discusión en torno a la semana escolar de cuatro días refleja una tendencia global: replantear los modelos educativos tradicionales para adaptarlos a nuevos ritmos de vida, capacidades tecnológicas y contextos familiares. Si bien aún hay voces que alertan sobre el riesgo de pérdida de continuidad en el aprendizaje, los distritos que han implementado este cambio destacan mejoras en el bienestar del personal, menores tasas de ausentismo y una mayor disposición al aprendizaje por parte de los alumnos.
El caso de San Marcos ISD será observado con atención en los próximos meses. De aprobarse, podría sentar un precedente para más distritos en América Latina que enfrentan los mismos desafíos: cómo mejorar los aprendizajes sin extender indefinidamente el tiempo en el aula.